ESTO ES

Mi cuerpo.
Los movimientos que están fuera de mi.
El espacio que me rodea.
Las garras del tigre
siempre a punto de alcanzar mi cara.
Nunca tuve piedad de vos.
Los amaneceres rojos.
La espina hincada en la punta de la lengua.
La autoridad.
El fantasma en el dormitorio ajeno.
Lo que todavía no puedo decir.
No es una enumeración.
Ahí afuera no hay nadie
hasta que desaparezco.
Ya no soy de los que se van.
Ya no vuelvo.
Cuando despierto
los pájaros recuperan sus jaulas.
No me mientan,
me siento bien así.
La puerta de nuevo cerrada,
justo cuando la novedad
alza sus pies de sirena.
Sigo escribiendo
sobre la ventana mojada.
Sigo esperando la lluvia.
Sigo caminando
como si la luna fuera
el último cometa que se traga la tierra.
Digas lo que digas
tu cuello pende de la soga
y ya no me hace gracia este silencio.
Atracción. Rechazo.
Soy un mal ajedrecista.
No quiero ser
otra cosa que peón.
La pieza que nadie ve
hasta que se define el juego.
Pero hablaba de otra cosa.
Ya no recuerdo
porqué estaba triste.
La defensa maníaca.
Los cuchillos a medianoche.
La desmanicomialización.
Me siento y espero.
La tormenta se lleva todo
al menos por un tiempo.
Tiempo al tiempo.
Te podré dar la espalda
cuando no esté tan presente.
Tantas rejas no amansaron
Mi sed de besar al tigre.
Lo que no veo
acecha tras mis ojos.
El bajar la guardia
como primera barrera.
La ficción es
la promesa más convincente.
La fricción para que vuelvas.
Pero hablaba de otra cosa.
Esto no es
una enumeración.
El escándalo.
La ira contenida.
Lo que acepto sin reservas.
Aunque no lo entiendas,
cuando estás cansado de correr
hasta la menor ventaja te hace libre.
Terminó la sesión.
Tengo problemas con el espacio.
Mi madre me hizo cobarde.
La autoridad sigue sin rostro.
Lo que amo es mentira.
La mentira es amor.
Odio la mentira
porque no sé mentir.
Mientes
porque no sabes amar.
Alguna vez quise matar a mi hermana.
No tengo fe
pero aún así sé
que algo maravilloso está a punto de pasar.

Escorpiones en la balsa



-Las hormigas no existen-
Algo más
que un simple ejercicio intelectual.
No existen, desde luego,
hay argumentos fuertes.
-Tan sólo están en tu mente-
Ya voy entendiendo.
Ahora,
poco a poco,
su inexistencia llena
Cada recoveco
Cada curva engañosa
Cada cimiento inestable
Cada eco en lo indecible
Ellas, las inexistentes,
superestructuralmente
antropofágicamente
devoran tu recuerdo
llevando los últimos pétalos
que el invierno/cuando por alguna razón/para su reina muerta
No más que un simple ejercicio intelectual.
La tierra húmeda,
los huesos florecidos...
¿En qué pensaba cuándo pasó?
Creo que fue en noviembre.
Algunos meses más tarde/Un pájaro blanco, gato saltando
Mi abuelo cada noche
regaba los pies desnudos de los árboles.
(Jamás lloré)

Antropofágicamente,
en forma simultánea,
las hormigas no existen.
La iconoclastia.
Una sala de espera,
sangre, túnel de sábanas y jeringas:
la sombra indefinida de la herida.
Era mucha la distancia,
los jardineros azules,
los sapos con correa.
La inexistencia se supera.
Subterraneamente.
El niño desentierra Galilea,
las flores de sal.
Rociando el jardín de los deseos
el veneno póstumo.
Tras las sobras del perro.
Tras los senos de Diana.
In memorian
del pichón asediado en el huerto.
Tras los argumentos,
lejos ya,
de lenguas tentaculares.
Tras la manzana que aún no probó
ni el arból ni la flecha.
No existe,
sólo está en mi mente.
Evidentemente
esa estatua vió caer demasiado.
Ermitaños sin honores ni paciencia,
semidioses.
En el cementerio sólo existe
quien logra mantenerse de rodillas.
Mis dedos recorren
la cabellera del Diablo.
-No existe,
sólo está en tu mente-
Quizás Mr. Zappa tenía razón.
Quizás era yo el equivocado.
Antropofágicamente.
Los jardines estériles,
los labios pintados,
los campos de concentración.
Mis párpados sin medalla
me protegerán de la niebla.
Ese trote imperceptible,
la lluvia ácida,
el mantel negro sobre el pasto.
¿Para qué detenerse?
De nuevo hay picnic en la selva.
Escorpiones en la balsa


14/02/06
Después de usted...

¿Quién me quita esta tranquilidad?
Con el ánimo disperso.
Buscando no sé que cosa.
Como un mono saltando
entre árboles desnudos.
Con la soledad mostrando sus rostros inútiles
a mis ojos tendidos sobre el diván.
Sentado observo
en el patio trasero de la luna
como las hormigas despegan en sus cohetes
cansadas de construir casas
que se eleven en el aire.
Demasiado pesado para seguirles.
Demasiado para que mi curiosidad
sea más que testimonial.
Sé que tengo los días contados,
que cada palo en la rueda
me acelera más.
Que alguien decide la lluvia
y que yo, falsamente,
decido mojarme.
Sentado
con mi hombro lleno de nubes
y la garganta seca
de tantos desiertos en la ausencia,
de tantos silencios
que pretenden no oirse.
Pero igual sigo
con este dique a la paciencia
ya sin más que contener.
Con el agua acostumbrada
a someterse en todo.
Los buitres atacan
porque el mundo se paraliza
y la parálisis es igual a la muerte.
Enfermo,
como una rosa sin espinas,
los elogios hacia cada herida
forman nuevas murallas frente a mi sombra.
Aunque las luces,
siempre ávidas de lo evidente,
no sepan que finalmente
mi sombra y yo somos uno.
Finalmente.
Ahora soy por completo
y presiento
que todo será diferente.
Sentado observo
en el patio trasero de la luna
como huérfanas las hormigas
construyen casas que se elevan en el aire.

En este momento no lo puede atender,
después de la señal,
deje su mensaje.


14/02/06
25/02/06
Subjetividades


Cuesta tomar conciencia
de que ese día estarás ahí.
Sonámbulo y desnudo
entre flores húmedas.
No recuerdo mi nombre
cuando estoy contigo.
Sencillamente porque soy otro.
Sencillamente
porque nadie me llama.
Y cuando la luna inunda mis pies
la distancia,
esa herida en mi voluntad,
vuelve a crecer.
Y entonces espero
que ese tren llamado adiós
no llegue
aunque sólo pueda volver.
Fuiste quien recuerdo.
Sos quien olvidé.
Y cuesta tomar conciencia
de que ese día estarás ahí.
Quizás llegue el arrepentimiento
y yo aprenda a herir con él.
Quizás una sonrisa
hubiese ocultado el llanto a tiempo.
Pero la sed presiente.
Y en el teatro de la mente
no hay telón.
Fuiste quien recuerdo.
Sos quien olvidé.
Y cuesta tomar conciencia
de que ese día estaré ahí.
Bajaré teñido de bruma
y tus ojos velarán mi rabia.
Y aunque no enfrente la derrota
ya ves,
el silencio cubrirá de faltas
mi grito contenido.
Ya pasó
el tiempo de mezclar huellas en el barro.
Si sé adonde vas
sabré cuando detenerme.
Quizás baste con cerrar los ojos.
Para poder alcanzarte.
Para volver a ver.
Fuiste quien recuerdo.
Serás quien olvidé.


01/03/06
Introspectiva anacrónica o no



Yo no me miro en el espejo de ellos.
Miles murieron para sacarme de la cárcel
y sólo uno bastó
para esconder la llave.
Miro a los que dicen querer el cambio,
pero no comparto su hambre de gloria,
su apetito de inocencia.
Si bien algunas veces,
en su apariencia sin sombra,
me regalan latidos que no bebo.
Río, sangro y muero.
Pero como en ellos
mi muerte es superficial:
No contamina el vuelo
de quienes arrastran nuestras alas.
Como harían ellos
caemos
y nos miramos desde arriba
mientras dura lo que tarda en ser derribado.
En su perecer soy converso.
Reúno la bondad
de aquellos incapaces de hacer mal
a quienes aúllan con piel de cordero.
No tengo porque pertenecer
al vulgo incauto
a su comedia ebria.
Desaparecen las banderas
sobre el cuerpo apátrida de la tierra.
Y hay quienes, en su reflejo dolorido,
no conocen las causas
rezan.
Subsistiendo.
Buscando dientes de oro
en sonrisas viejas,
izando rostros mutilados,
bajando las manos
cuando las botas se alzan.
La sangre teñirá el humo
cuando las balas sean de plata.
Cuando los que vemos pero no oímos
digamos lo que no creemos:
Santos predicando el grito.
Ídolos sobre promesas.
Luna llena.
Ausencias viejas
que ya no hacen falta suprimir.
Y la gran conciencia
sobre su alfombra corroída
lanzando nuestros ojos
cuando todo gira.
Nos invita a sentir más,
a vivir menos,
a jugar igual...
Es fácil,
cuando no tenemos nada que perder
ganan los que más tienen.
Decididos
dieron de comer sangre a los gusanos,
y la tierra tragó sus dedos
y la miseria llegó
para instalarse en todas las puertas.
Su cara demuestra
que en el espejo de los cómplices
nuestros ojos están rotos.
Más que huir y la columna de fuego,
más que quebrar la tierra en nuestros cuerpos,
más que unir a un pueblo
bajo la máscara heroica
de un suicidio sin muerte.
Ignoran donde duermen
los consejeros y mendigos.
Piden paciencia
y sólo resta hastío.
Piden romper las estatuas
mientras todo sigue inmóvil.
Desde su espejo veo respuesta.
Los veo a ellos.
Tan sólo miro.
Y ciego siento sus miradas
atravesar mi fiebre.
¡No quiero pertenecerles!
Si no soy quien corre
ni quien los cubre
¿Por qué aferro este espejo
y les impido escapar?
Esclavitud y muerte.
Soy quien pudo ser el próximo.
La luz
queda herida en mi boca.
Mi madre en la cuna
me apuñala el verso.
Jura, lucra y conjura
la experiencia venida abajo.
Y con el libro bajo el brazo
los que creen ser libres
creen tener la razón,
aunque no puedan probarlo
más allá de la jaula donde los pájaros
creen ser dueños de su canto.
Hace mucho que apagaron el reflejo
en nuestros iguales.
Y dormimos.
Pensándonos solos,
creyendo la noche.
Hace poco que veo el Sol
y todavía creo.
Pienso que se quema el cielo.
Lo miro todo a mi alrededor:
Todos son cobardes.
haciéndome compañía,
despertando en plena caída.
Sabemos unir las voces en un solo grito.
Sabemos que herida debe sanar
y cual debe herir.
Pero confundimos el grito de euforia
con el de dolor.
Y eso es un síntoma de nuestra derrota.
La ignorancia no ha vuelto a ser fingida.
Los miro en un juicio sin palabras.
Me juzgan por no hablar de cielos partidos
y espinas sin rosa.
Parten mi conocimiento en utopía
y psicología de balas sin munición.
El disparo es constante
y el espejo aún resiste.
Mis pies sobre sus huellas.
En mis manos sus herramientas.
Devolviendo lo que nos quitan,
con el espejo que continúa roto.
Herramienta sobre sus manos.
Soy.
Huella bajo sus pies.
Palabra sobre los que olvidaron hablar.
El enfermo terminal ya no es asistido.
El reflejo ya no divide.
En el espejo nos vemos todos.

El muerto que nos mira
puede ser culpable
si sabe que nos mira
y eso
puede suceder.



07/02/06
El letargo


Me acerqué dando vida al que reforma,
con sus labios callando mi paso.
Sólo un año de andares sin camino
que todo tu destino
no supo controlar.

Ríe y no encuentra ya palabras
agitando las espadas
de una herida que no vi
ni supe calcular.

Pero ahora sé
que fue todo por quedarme
agazapado entre las sombras
donde el brillo de los ojos
es reflejo del final.

Así...
Extasiado hasta morir
sólo busco que la muerte,
que descansa y me promete,
sueñe todo una vez más.

Y si retornar prefiere
que me busque y que me estreche
contra el cielo que no quiero
ver su rostro en la piedad.

Ríe y no encuentra ya palabras
agitando las espadas
de una herida que no vi...
Es cuestión de simular.